[ Pobierz całość w formacie PDF ]
pausa en su tarea de servir y escuchó abiertamente. Pero el viejo pareció quedar
satisfecho.
- Cierto... muy cierto - admitió, y dio otro sorbo a su bebida -. Hay que prestar asilo
cuando es necesario, s... - sus palabras se perdieron en un murmullo.
La tensión nerviosa se relajó. La mayora de los presentes se sintieron
subconscientemente felices de seguir la opinión del viejo, evitando la intrusión en las
motivaciones del otro. Magee se giró hacia Dave.
- Pens que lo que no supieras no podra hacerte dao, ni a nosotros tampoco... pero
la cuestión est abierta.
- Qu es lo que quiso decir?
- El Abuelo te preguntó si estabas metido en esto... si eras o no miembro de la antigua
y honorable fraternidad de ladrones, navajeros y carteristas.
Magee miró directamente al rostro de Dave con aire de sardónica diversión. Dave miró
desconcertado de Magee a los dems, vio cómo intercambiaban miradas, y pensó qu
respuesta esperaban de l. Alee rompió la pausa.
- Bien - dijo con una risita -, a qu ests esperando? Adelante, responde a su
pregunta... o acaso los amigos del gran Difuso tienen derecho a utilizar este club sin
consentimiento de los dems miembros?
- Creo haberte dicho que cerraras el pico, Alee - dijo el Difuso tranquilamente -.
Adems... ests olvidando un requisito. Todos los camaradas aqu presentes deben
decidir primero si debemos formular o no la pregunta.
Un hombrecillo tranquilo con una crónica expresión preocupada en los ojos respondió:
- No creo que esto sea necesario, Difuso. Si hubiera venido solo por sus propios
medios, o hubiera cado en nuestras manos... en ese caso s. Pero t lo trajiste aqu. Creo
hablar por todos si digo que debera responder a la pregunta. A menos que alguien ponga
objeciones, la formular yo mismo. - Hizo una pausa y dejó que pasara un cierto tiempo.
Nadie dijo nada -. Bien, entonces... Dave, has visto mucho y has odo mucho. Quieres
marcharte ahora... o prefieres quedarte y pronunciar el juramento de nuestra cofrada?
Debo advertirte que una vez convertido en uno de los nuestros lo sers toda tu vida... y
que sólo hay un castigo para quien traiciona a los nuestros.
Se pasó el ndice a travs de la garganta, en el antiguo gesto de muerte. El Abuelo le
aadió un apropiado efecto sonoro inspirando aire entre sus dientes cerrados y soltando
una risita.
Dave miró a su alrededor. El rostro de Magee no le prestó ninguna ayuda.
- Qu es lo que tengo que jurar? - ganó tiempo.
La conferencia fue interrumpida por el sonido de unos golpes secos en el exterior.
Hubo un grito, amortiguado por dos puertas cerradas y un tramo de escaleras.
- Abran ah abajo!
Magee se puso rpidamente en pie e hizo un gesto a Dave.
- Eso es para nosotros, compadre - dijo -. Ven conmigo.
Se acercó a una vieja y pesada mquina de discos de antiguo diseo que haba
apoyada contra la pared, trasteó debajo de ella, manipuló algo, luego abrió uno de sus
paneles laterales. Dave vio que el mecanismo haba sido dispuesto de tal modo que un
hombre poda ocultarse dentro de ella. Magee le apremió a que se metiera dentro, cerró
de nuevo el panel, y lo dejó all.
Su rostro quedaba aplastado contra la rejilla que se supona cubra el altavoz. Molly
haba retirado los dos vasos extra de encima de la mesa, y estaba vertiendo un poco de
bebida sobre sta para que borrara los redondeles que los dos vasos haban dejado.
MacKinnon vio al Difuso deslizarse debajo de la mesa y desaparecer. Aparentemente,
se haba pegado de alguna manera debajo del tablero.,
Mam Johnston estaba organizando un gran estruendo para abrir. La puerta interior se
abrió inmediatamente, con mucho ruido. Luego taconeó fuertemente escaleras arriba, hizo
una pausa, resopló, y se quejó en voz alta. La oyó abrir la puerta exterior.
- Vaya hora de despertar a la gente honesta! - protestó -. Ya es suficientemente duro
hacer todo el trabajo que tengo que hacer sin tener que estar dando cuenta de lo que
estoy haciendo cada cinco minutos, y...
- Ya basta de eso, vieja - respondió una voz de hombre -, y baja esas escaleras.
Tenemos que hablar de negocios contigo.
- Qu tipo de negocios? - preguntó ella.
- Podra ser el vender licores sin licencia, pero no se trata de eso... esta vez.
- No los vendo... ste es un club privado. Los miembros traen su propio licor; yo
simplemente se lo sirvo.
- De esto se trata precisamente. Es a esos miembros a los que quiero hablar. Ahora
salte de en medio, y aprisa.
Entraron en la habitación empujando a Mam Johnston, que no dejaba de hablar, a
travs de la puerta. El que llevaba la voz cantante era un sargento de la polica; iba
acompaado por un agente de patrulla. Siguindoles iban otros dos hombres
uniformados, pero pertenecan al ejrcito. MacKinnon juzgó por los galones de sus
uniformes que eran un cabo y un soldado... siempre que las insignias en Nueva Amrica
fueran similares a las utilizadas por el ejrcito de los Estados Unidos.
El sargento no prestó atención a Mam Johnston.
- De pie todos los hombres! - gritó -. Pónganse en fila!
Lo hicieron, a disgusto pero sin dilación. Molly y Mam Johnston se quedaron
[ Pobierz całość w formacie PDF ]