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novado y poderoso que pudiera, como en la India,
reemplazarlos con nuevos smbolos, con reafirma-
ciones distintas y ms filosóficas de sus verdades
ocultas, con otras disciplinas y escuelas de yoga.
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Existieron muchas tentativas, como las de Pitgoras,
pero Grecia en su conjunto, al seguir la dirección
que impusiera Herclito, desarrolló el culto de la
razón y dejó que los restos de la vieja religión oculta
deviniera superstición solemne, pompa convencio-
nal.
Doblemente interesante es su condena del sacri-
ficio animal; sostiene que es un vano intento de pu-
rificarse manchndose de sangre, como aquel que
pretende limpiarse con el lodo que cubre sus pies.11
Hallamos aqu la misma tendencia a levantarse en
contra de una prctica religiosa antigua y universal
que, como en la india destruyó el sistema sacrificial
vdico, si bien el gran impulso misericordioso de
Buda estuvo ausente del espritu de Herclito; la
piedad nunca hubiera podido devenir un móvil po-
deroso en las viejas razas mediterrneas. Pero an
los trminos empleados por el efesio nos demues-
tran que el antiguo sistema de sacrificio, tanto en la
Hlade como en la India, no era una simple prctica
brbara destinada a procurar el favor de las divini-
dades salvajes, como, injustamente concluye la cien-
cia moderna; el sacrificio tena un sentido
psicológico, consista tanto en una purificación del
11
Fragmento 5. (N. del T.).
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alma como en un acto propiciatorio dirigido a los
poderes superiores y bienhechores, y era pues, se-
gn toda posibilidad, mstico y simbólico. Sabemos
en efecto que la purificación era una de las ideas
principales de los antiguos misterios. En la India del
Bahagavat Gita, durante el desarrollo del judasmo a
travs de los profetas y de Jess, fueron dejados de
lado los viejos smbolos fsicos, y sobre todo el sa-
crificio sangriento; el criterio psicológico del sacrifi-
cio se conservó reforzado y provisto de smbolos
ms sutiles, tales como la Eucarista cristiana y las
ofrendas de los adoradores en los templos shivatas
y vi-shnutas. Grecia, en su tendencia racionalista y
su insuficiente sentido mstico, no pudo salvar su
religión; ella por un lado es proclive a inclinarse ha-
cia la ciencia y la filosofa y por el otro hacia la reli-
gión, rasgo tan peculiar del espritu europeo. Ah
tambin Herclito, como lo hiciera en tantos otros
sentidos, fue un precursor y sealó su giro natural al
pensamiento de Occidente.
Admira por igual su condena de la idolatra, la
primera en la historia de la humanidad: "El que rue-
ga a una imagen parlotea ante un muro de piedra"12.
La violencia intolerante de este racionalismo, de este
12
Tambin fragmento 5. (N. del T.).
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positivismo protestante hace de Herclito tambin
un precursor de toda evolución del espritu huma-
no. No se trata por cierto de un disentimiento reli-
gioso como el de Mahoma contra el politesmo
naturalista, pagano e idólatra de los rabes, o como
el de los protestantes contra el culto esttico y emo-
cional dirigido a los santos de la iglesia católica, su
mariolatra, el uso de imgenes y su rito complicado;
el móvil de Herclito es racional, filosófico, psicoló-
gico. Herclito, por cierto, no es un racionalista pu-
ro; cree en los dioses, pero en tanto que presencias
psicológicas, en tanto que potencias cósmicas y to-
lera de mal grado la grosera de la imagen fsica, su
acción sobre los sentidos, su oscurecimiento de la
significación psicológica de las divinidades para ver
que el ruego no se dirige a la piedra sino a la perso-
na divina representada por ella. Es del casa advertir
que su concepción de los dioses lo vincula con los
viejos profetas vdicos, si bien por temperamento,
no es en absoluto un mstico religioso. La religión
vdica parece que hubiera excluido las imgenes
materiales, y fueron los movimientos disidentes del
jainismo y del budismo los que introdujeron, o por
lo menos tornaron popular y general el culto de las
imgenes en la India. Tambin es Herclito el que
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prepara la va para destruir la vieja religión, para el
reinado de la filosofa y la razón puras, para el vaco
que llenara el cristianismo; pues el hombre no pue-
de vivir sólo de la razón. Cuando era demasiado
tarde tratóse de reespiritualizar la vieja religión, y
tuvo lugar el notable intento de Juliano y Libanio
que dirigieron un paganismo restaurado contra el
cristianismo triunfante; pero ese esfuerzo no fue
demasiado sustancial, fue un exceso y con exclusivi-
dad filosófico y vaco de la potencia dinmica que el
confiere el espritu religioso. Europa haba aniquila-
do sus viejas creencias y les haba arrebatado toda
posibilidad de renacer; debió ir al Asia al encuentro
de su religión.
En cuanto a la conducción general del hombre,
Herclito no nos entrega ms que su referencia a un
principio aristocrtico de la sociedad y la podemos
observar que esa misma tendencia ha sido muy
fuerte en casi todos los filósofos helnicos posterio-
res. Su influencia en religión tenda a destruir la vieja
creencia sin reemplazarla, en efecto, con nada ms
profundo; aunque en s mismo no haya sido un ra-
cionalista pu-ro, preparó la senda para el raciona-
lismo filosófico. No obstante, an sin religión, la
filosofa sola puede llevar por lo menos alguna luz al
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destino espiritual del hombre, alguna esperanza de
infinito, algn ideal de perfección por el cual esfor-
zarse. Platón, que haba sufrido la influencia de He-
rclito, trató de hacerlo para nosotros; su
pensamiento buscó a dios, procuró discernir lo
ideal, sostener la esperanza de una sociedad humana
perfecta. Conocemos de qu manera los neoplató-
nicos desarrollaron sus postulados con la influencia
de Oriente y cómo influyeron en el cristianismo.
Los estoicos, que son los descendientes intelectuales
ms directos de Herclito, llegaron a criterios muy
notables y fecundos respecto de las posibilidades
humanas y asimismo, a una pujante disciplina psi-
cológica -en la India diramos Yoga- por la cual
aguardaban realizar su ideal. Mas, qu es lo que
puede darnos el propio Herclito? Directamente,
nada. Es menester que nosotros mismos extraiga-
mos todo cuanto podamos de sus primeros princi-
pios y sus frases hermticas.
Herclito era considerado en la antigedad como
un pensador pesimista, y tenemos una o dos frases
entre las suyas, de las que si se quiere, podemos de-
ducir el viejo y trivial evangelio de la vanidad de las
cosas. El tiempo, dice, es como un nio que juega a
los dados, que construye castillos en la playa nada
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ms que para destruirlos13. Si tal es la ltima palabra,
entonces todo esfuerzo humano, toda aspiración
humana son quimricos. Pero en qu primer prin-
cipio filosófico descansa esta afirmación desalenta-
dora? Todo depende del contexto, pues la frase en
s misma es sólo la afirmación de un hecho evidente
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