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niebla:
-¡Oye! ¡Disko! ¿Te has enterado de lo que le ha pasado a la Jennie Cushman?
-¡Han encontrado a su hijo! -gritó Penn-. ¡Callad y observad los maravillosos caminos
del Señor!
-Tenemos a Jason Olley a bordo -dijo Disko con voz temblorosa-. ¿No sabéis si se ha
salvado alguien más?
-Hemos encontrado a uno. Casi chocamos con él. Se encontraba sobre un montón de
maderas, que podían ser los restos del castillo. Tiene algunos cortes en la cabeza.
-¿Quién es?
Los corazones de los tripulantes del We're Here latían al unísono.
-Creo que es el hijo de Olley -respondió una voz pausada desde el otro lado.
Penn levantó las manos y dijo algo en alemán. Harvey hubiera podido jurar que una
luz brillante iluminaba su cara, que se dirigía hacia el cielo. La voz prosiguió:
-Nos tomastéis bastante el pelo la otra noche.
-Pues lo que es ahora no tenemos ganas de bromas -dijo Disko.
-Me lo imagino, pero lo cierto es que... cuando lo salvamos íbamos a la deriva.
Era el Carrie Pitman, que no perdía la costumbre de derivar a pesar del ancla; una
irresistible explosión de carcajadas estalló a bordo del We're Here.
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-¿No sería mejor que nos mandaséis al viejo Olley? Queremos seguir pescando
calamares para cebo. De todas maneras, no le necesitáis para nada. Este continuo
trabajo con el cabrestante hace que nos falten manos a bordo. Ya cuidaremos de él. Está
casado con una tía de mi mujer.
-Os daré cualquier cosa que haya a bordo -dijo Disko.
-No necesitamos nada, a no ser un ancla que aguante. El joven Olley se está poniendo
muy excitado y nos causa algunas molestias. Mandadnos al padre.
Penn lo despertó del estupor que le causaba la desesperación y Tom Platt lo llevó en
el bote hasta el otro barco. Se fue sin decir una palabra de agradecimiento, sin saber lo
que había de encontrar en la otra embarcación. La niebla se cerró en seguida sobre
ellos.
-Y ahora -dijo Penn, inspirando profundamente el aire como si fuera a predicar-.
Ahora... -el cuerpo erguido cayó como una espada que entra en la vaina, desapareció la
luz de sus ojos y la voz volvió a adquirir aquel tono humilde y cantarín de siempre-.
Ahora... -dijo Pennsylvania Pratt-, ¿cree usted que es muy temprano para una partidita
de damas, señor Salters?
-Lo mismísimo, lo mismísimo que iba yo a decir -gritó Salters apresuradamente-. Es
algo tremendo, cómo puedes adivinar las cosas que se les ocurren a los demás.
El hombrecillo se sonrojó y siguió tímidamente a Salters hacia la proa.
-¡Levad el ancla! ¡Rápido! Quiero salir de una vez de estas malditas aguas -dijo
Disko. Nunca se le obedeció más rápidamente.
-¡Por Dios! ¿Qué creéis que significa todo esto? -preguntó Long Jack, mientras
avanzaba otra vez a través de la niebla, empapado de humedad y sin haber podido
reponerse de su extrañeza.
Disko, que estaba en el timón, dijo:
-Yo creo que fue así: todo el asunto del Jennie Cushman ocurrió con el estómago
vacío...
-Él..., nosotros, vimos flotar uno de los... cadáveres -sollozó Harvey.
-Claro, eso fue como si lo sacaran del agua, como un bote que llega finalmente a la
playa; lo levantó y le hizo recordar Johnstown y Jacob Boller y todas esos recuerdos. Al
consolar a Jason se mantuvo a flote, como cuando se levanta un bote. Pero como es
débil, esos puntales no le sirvieron de gran cosa, se fue hundiendo poco a poco y ahora
está a merced de las aguas otra vez. Esa es mi opinión.
Todos coincidieron en que Disko tenía enteramente razón.
-Hubiera sido un gran golpe para Salters si Penn hubiera seguido siendo Jacob Boller.
¿Os fijasteis en la cara que puso el tío cuando Penn quiso saber quién había cuidado de él
durante todos estos años? ¿Cómo está, Salters?
-Duerme, duerme como un bebé -respondió Salters dirigiéndose a popa de puntillas-.
Ya no habrá más sorpresas hasta que se despierte. ¿Habéis visto alguna vez tan patente el
poder de la plegaria? Definitivamente, arrancó al joven Olley de las aguas. Eso es lo que
creo
Jason estaba terriblemente orgulloso de su hijo, y creo que lo que ha pasado es
simplemente una advertencia para que no adore a falsos dioses.
-Hay otros igual de estúpidos -dijo Disko.
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-Eso es otra cosa -replicó Salters-. Ni Penn está completamente loco, ni yo hago otra
cosa que cumplir mi deber para con él.
Aquellos hombres hambrientos esperaron tres horas hasta que Penn apareció otra vez
en cubierta. Su cara no tenía expresión alguna y no recordaba nada. Dijo que le parecía
haber soñado. Preguntó la razón por la cual estaban todos tan silenciosos y nadie pudo
explicárselo.
Durante los tres o cuatro días siguientes, Disko hizo trabajar sin descanso a su
tripulación. Cuando no podían salir debido a la niebla, los mandaba a la bodega a
acondicionar nuevamente las provisiones o la carga, para tener más espacio donde poner
el pescado. Disko les demostró que existe un arte de la estiba, que permite que el barco
navegue mejor. Así, la tripulación estuvo ocupada hasta que recobró su buen humor.
Long Jack dio a Harvey una buena paliza con una soga por «estar tan triste como un gato
enfermo por lo que ya no tenía arreglo», como explicó el de Galway. Harvey reflexionó
mucho aquellos días, cambiando ideas con Dan, quien coincidió con él hasta tal punto
que ya no robaban pasteles, los pedían.
Pero una semana más tarde los dos casi hacen zozobrar al Hattie S. al intentar cazar un
tiburón con una bayoneta vieja, montada en el extremo de un palo. La pobre bestia había
estado frotando su lomo contra el bote, pidiendo pescado. La batalla entre los tres fue tal,
que se debió a un milagro que los muchachos escaparan con vida.
Finalmente, después de jugar a la gallina ciega en la niebla, una mañana gritó Disko en
la cabina:
-¡Rapido! ¡Chicos! Hemos llegado a una ciudad.
Capítulo VIII
HASTA el fin de sus días Harvey no olvidaría lo que vio en aquel momento. El
sol, que no habían visto hacía una semana, acababa de levantarse sobre el
horizonte. Su luz rojiza iluminaba el velamen de tres flotas de pescadores que habían
anclado en el lugar: una por el Norte, otra por el Oeste y la otra por el Sur. Había casi un
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